lunes, 15 de octubre de 2007

LA DISPUTA DEL LENJUAJE CON LA IMPLACABLE MEMORIA

Ensayo escrito por el Dr. Juandemaro Querales, sobre la obra poética y ensayística de Leonardo Pereira Meléndez.



Hablar de poesía en Venezuela, en momentos de convulsión social y política, es meterse en camisa de once varas. Hay algo atravesado por allí que ha impedido el desarrollo natural de todas las formas de expresión, en el estrecho mundo de la creación. Para recrear la evolución de nuestras letras en la provincia lejana, es más complicado, al menos cuando se parte de un pueblo situado en los límites de la pre-modernidad, en tránsito entre monarquía e ilustración francesa. Carora verdadero endriago, error histórico donde prendió corrientes y modas en la elaboración de códigos referenciales.

De ese enrevesado y enmallado universo de la representación, hay una generación y un representante destacado que ha perseverado -a pesar de emboscadas que le ha deparado el destino- y con el correr de los años puede mostrar un largo catálogo de títulos en prosa y en verso que hacen interesante el discurso creativo en la Venezuela preterida: éste no es otro que Leonardo Pereira Meléndez.

Su corpus literario comprende cuatro libros de poesía: Nostalgia de Eros (1.989); Lacerado (1.999); Confesiones de Media Luna (1.999); Escozor (2.002); Paloma de Luto (2.006); “Yo soy hijo de Gregoria Meléndez” (1.985). La prosa reunida en cuatro libros: “Sobre la reforma del COPP”; “Elucubraciones de un Caroreño” (1.992); “Corte de Apelaciones” (2.000); “Frente al boulevard es la cosa: letras, derecho, política” (2.004); donde se recogen ensayos, discursos, notas volanderas para periódicos.

Su poesía ha ido madurando de libro en libro, como lo reconoce el crítico victoriano Miguel Prado en su estudio: “Los Demonios Interiores en la poesía de Leonardo Pereira Meléndez” (1). Pasar de un reino edénico, intocado a un infierno pagano de escorias y pústulas, reunidas en la abyección de vidas y objetos; preanuncian la desaparición de esta tierra de gracia: “Escozor”, es el grito ensordecedor de una fiera herida desde el útero –prisión-, para desde allí poner en tela de juicio a una tribu y a sus oficiantes, erigidos en tetrarcas de una religión devaluada en los cánones de la lógica y la empírea.

Poeta que ha señalado insistentemente que su numen es el amor carnal y la mujer. Novia -viuda-, reina de las profecías; María Ezra de Magdala; simbología templaria que sirve para introducir de soslayo burdeles y burdeleras; como un nuevo Donne o mejor un Villon, este voyerista viaja como un Caronte amerindio por los ríos del infierno que tiene su morada entre la cuarta batea en la otra banda hasta la cueva del chirico.

Quien busque en sus páginas retruécanos, capicúas, acrósticos y un código secreto de la santa hermandad teutona; lo prevengo a fin de decirle que estos rollos de nuestro mar muerto, constituyen historias salteadas de una protohistoria ideada por este zelote y será polvo, cuando dejemos nuestra herencia documental y archivadora de cuánto hecho baladí y pueril nos acaezca, y venga este aguafiestas y la incluya en su Arts Poética.


Cuando al poeta la realidad le cobró su atrevimiento de imponer penas al bestiario; su cuerpo fue baldado y colgado allí como cualquier malhechor; transmigrando su alma en un trovador que va de aldea en aldea, bautizando y dando los santos óleos, a los herejes que todavía batallan contra la religión verdadera. Poesía de blasfemo que aunque arda en leña verde, se solaza y se burla de sus captores y los incluye en “Escozor”, y en este libro salmático “Paloma de Luto” como Némesis a sus verdugos.

Sus volúmenes de Prosa, constituyen un mosaico de variedades: ensayos, monografías, discursos y notas volanderas; es un poutpurrí de estilos. Tejido verbal que sigue una rica tradición venezolana de aglomerar trabajos inicialmente hechos para ser leídos en prensa: Ludovico Silva, Luís Beltrán Guerrero, Guillermo Morón, Arturo Uslar Pietri, son las cumbres más elevadas de esta modalidad azorinesca.

Pereira Meléndez ha mantenido una línea continuada, para revelarnos su mente caleidoscópica: “Yo soy hijo de Gregoria Meléndez”; “Elucubraciones de un Caroreño”; “Corte de Apelaciones”; “Frente al boulevard es la cosa”; asemeja al curso seguido por su producción poética, cosa extraña en una sociedad caracterizada por escritores y poetas fanáticos o amateur, que no pasan de ser simples aprendices, autores de un solo libro.

Para un país y dentro de él la región Larense, es importante el que un representante o una tendencia o movimiento, entre comillas, trate de sobrevivir como un viejo saurio después de la última glaciación, es una ganancia para la escasa cultura que se viene haciendo. Deformidad que tiende a agravarse porque se ha entronizado entre nosotros visiones trasnochadas, sobre el arte y cómo organizar la sociedad se aplican en la actualidad.

Escribir para la prensa no es malo per se, pero es un trapiche que muele a cualquiera con el correr de los años; la llegada de un diarismo dado a explotar las voluptuosidades del cuerpo femenino, la trivialización de la cotidianidad, la censura y la autocensura, preparan la mesa para enterrar definitivamente el trabajo inaugurado por los románticos con su trabajo mejor logrado el folletín por entregas.

Una región con tradición de buenos ensayistas y poetas, tuvo que influir como efecto reflejo en las más jóvenes promociones de escritores; humanistas como Guerrero, Mujica y Morón; son modelos para verse reflejado en los trazos de unas líneas ingenuas e impresionistas, para después ganar la madurez que da la formación y los exigentes lectores, para escribir con voz propia como Montaigne, Pascal, Paz o el Borges de los prólogos a sus libros.

De sus libros en prosa –hay uno que se salvará de las hogueras- del implacable paso del tiempo, que todo lo horada: “Corte de Apelaciones”, prosa fluida con predilección por estructuras narrativas; Pereira Meléndez se salta los cánones clásicos para usar la primera persona, revelando una intimidad a sus desprevenidos lectores, sin los feos gerundios, con pocos que galicados, echando mano al ludismo para escribir como los clásicos del siglo de oro español, “El buscón” de Quevedo; “Los entremeses” de Cervantes o “El Retablo de Maese Pedro” del Quijote.

Sus últimas colecciones de prosa, producen flojera en sus desocupados lectores, porque toman por asalto los estériles y manoseados temas jurídicos; Tulio Chiossone, Elio Gómez Grillo, Hans Kelsen; obligan a saltarse las páginas. Monografías -que están de más- material para un texto independiente, prosa dura, sin elegancia, que al único que le dio resultado fue a Frank Kafka “El proceso” y “El Castillo”, nos recuerdan esos pesados legajos de argucias y citas adocenadas, que integran el discurso opresor. Cuando el autor se vacune de estas pedanterías de este discurso olvidado, nos dará de seguro el título de su obra que subirá al olimpo, para hacerle compañía a: “De la Conquista a la Independencia” de Picón Salas; “La Máscara, La Transparencia” de Guillermo Sucre. Este recorrido es incompleto, si no hacemos referencia a la academia, claustro finisecular que nos hizo a muchos de nosotros, para perpetuar o sepultar los pactos sociales; la academia napoleónica luce moribunda; la transición del racionalismo burocrático Weberiano a la virtualidad Toffleriana; una esquizofrenia ocupa esta sociedad amnésica y pueril. Los preceptos liberales de igualdad, propiedad, libertad, ganancia, se abandonaron, nunca se intelectualizaron, a pesar de los esfuerzos de Antonio Leocadio Guzmán en el periódico “El Venezolano” a partir de 1.840.

En esta encrucijada de vías, algunos necios han lanzado la conseja de plebeyizar estos instrumentos, creación más acabada de la modernidad, anacronismo que busca acabar de una buena vez; gracias a la Teoría reproductora Marxista, fósil analítico que buscaría aplanar a estos recintos para convertirlos en escuela de artes y oficios de la modernidad; desdibujar al productor y divulgador del conocimiento científico, convirtiéndolo en un paria inútil para colocarlo en el gueto que hoy ocupan: blancos, escuálidos, pro-norteamericanos y cualquier otra monserga que se les ocurra a los censores. Final en un acto de Birbiloque.

De esta academia -de reciente creación entre nosotros- la preocupación por el arte y la literatura se potenció, provocando un renacer como nunca de la creación en todos los órdenes de las musas, también la tendencia a la crítica, la impugnación y el carácter emancipatorio, que muchos hemos asumido para evitar que pasemos de anomia a entropía.

Octubre 2.007







(1) Prado, Miguel: Los Demonios Interiores en la poesía de
Leonardo Pereira Meléndez. Ateneo de Carora
“Guillermo Morón”. Barquisimeto. 2.007

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