martes, 16 de octubre de 2007

SOBRE EL DETONANTE DE LA CRISIS CARCELARIA

(A las Doctoras Celina Hernández y Gilda Sequera Yépez, porque honrar, honra)


No vamos a tocar puntos referentes a las causas de la criminalidad, su origen, como tampoco abordaremos el tema de la rehabilitación cierta o falsa que se atribuye a la pena de privación de la libertad; mucho menos hablaremos de la abolición, total o parcial de las penas privativas de libertad y su posible sustitución por los subrogados penales. Lo dejaremos para otra oportunidad. Por ahora nos interesa reflejar a grosso modo el problema carcelario actual. El régimen penitenciario venezolano no sirve para nada. El Estado nunca se ha preocupado realmente ni se ha propuesto solucionar la crisis del sistema penitenciario. Ineptos funcionarios desconocedores de los factores criminológicos, internos y externos, en cuanto al tratamiento de los reclusos, son los que rigen los destinos de las cárceles e instituciones penitenciarias. Para estos funcionarios incapaces e inidóneos, la Constitución Nacional y la Ley de Régimen Penitenciario, como las demás leyes, sólo sirven para dictar conferencias y clases en amplios salones con aire acondicionado. No dejan de tener razón. Cuando uno recuerda la lectura de libros, como por ejemplo “Papillón”, del francés Henri Charriére; “Brota la Vida”, de Mumia Abu-Jamal; “Instinto Asesino”, de Jacqués Mesrine; “De Profundis”, de Oscar Wilde; o “La Historia fea de Caracas y otras historias criminológicas” ; ” Las cárceles de Venezuela”, de Elio Gómez Grillo, por caso, se acrecienta aún más ese sentimiento de creer que nada ha cambiado ni cambiará. El Estado siempre ha mantenido oculto el problema carcelario. Ante la opinión pública se corre la cortina sólo cuando ocurren casos de extrema gravedad, como los ocurridos en días recientes en el Centro Penitenciario de la Región Centro Occidental (Uribana). Nadie se atreve, salvo uno que otro político pantallero con más ganas de protagonismo que de otra cosa, a opinar sobre tan escabroso tema, por temor a ser considerado antipopular, y no obtener votos, pues, al decir del periodista Carlos Zavarce, “Se supone que los votantes quieren mano dura y no bondades con quienes trasgreden las leyes”. Aunado al hacinamiento, al ocio galopante que reina en las cárceles venezolanas, se suma esta espasmódica cobardía. No hay alimentos para los reclusos. No importa, esos son criminales. No hay más espacio físico para reclusos. No importa, esos son bazofias humanas. No hay medicinas ni personal médico adecuado para los reclusos. No importa, esos son delincuentes. De esa manera piensa el más común de los políticos, obviando por completo las necesidades más elementales de quienes por una u otra causa son privados de su libertad. De esa manera piensa el hombre mediocre.
En el año 1986 la Dra. Sonia Sgambatti, afirmaba que “con el nuevo código--- la Dra. Sagabatti se refería a lo que hoy es el COPP – dejaremos a un lado la morosidad judicial que representa para el Estado una pesada carga económica, de vigilancia, de justicia y de conciencia”. Sin embargo, el Estado a través del Poder Judicial mantiene un retraso judicial, indebido e injustificado, muchas veces, tan igual o quizás peor que el de los años ochenta. El personal administrativo y técnico las más de las veces carece de una verdadera preparación académica y profesional.
Fundamentalmente allí radica el problema carcelario. Sin apartarse desde luego de la pregunta de las mil lochas: ¿Quiénes ingresan la droga y el armamento en los centros penitenciarios? ¿La Guardia Nacional? ¿Los Funcionarios adscritos al Ministerio de Justicia y de Interior? ¿Existe complicidad entre ambos organismos? ¿La crisis carcelaria es un problema insoluble? ¿La solución está en construir más cárceles? Preguntémosle a Robert Gangi: No, porque “construir más prisiones para detener el delito es como construir más cementerios para detener las enfermedades mortales”. No se disminuye la criminalidad creando más centros e Instituciones penitenciarias. Esa es una política equivocada y superflua, representativa del hombre anodino. Mientras no apliquemos una política socioeconómica real y material en la cual se integre a todos los ciudadanos sin distingo de ninguna especie, el índice delictivo continuará en aumento y se demostrará una vez más el fracaso del sistema penal venezolano. No es cuestión de ocultarse y evadir el bulto. La responsabilidad que cada uno tenemos. Debemos humanizar las cárceles. Debemos humanizarnos. Del contrario, más que una sociedad desnuda (Vance Packard) seremos - ¿o ya lo somos? – una sociedad de cómplices. El Dr. Ramón Pérez Linárez, eminente penalista larense, refiriéndose al problema carcelario, señaló, con sorna, a propósito de un discurso de ocasión: “Dante no fue procesado venezolano, ni fue a una cárcel venezolana; si lo hubiese hecho, hubiera desistido de pintar el infierno, lo hubiera copiado y lo hubiera pintado mejor”. Sin duda alguna, Ramón.



Nota Bene: Le sugiero al abogado Leopoldito Navas leer el artículo del Dr. Elio Gómez Grillo publicado en el diario El Nacional del Martes 25/03/03, Cuerpo A7/8. Sección Opinión, ello porque no “entendió” mi explicación en clases de la Dra. Gilda Sequera Yépez. Salud.




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